Existen muchos caminos hacia la realización personal. Uno de ellos es el camino de la inspiración. El que sigue esta vía encuentra su inspiración en lo Alto, llevándola a través del séptimo chakra desde la coronilla hacia el corazón, que es donde se gesta, para luego, brotar de los órganos de acción y así manifestarse en el mundo.
Es un camino sin mayores obstáculos, cuyo éxito asegurado se plasma en la belleza divina. En una mente en paz, el río divino fluye naturalmente. La acción, guiada por un Poder Superior hace del actor su herramienta.
La inspiración es un momento delicado para muchos. En algunas ocasiones, alcanzamos a entrever algo de lo Divino, pero quizás pretender que esta manifestación fluya continuamente puede ser demasiado para muchos. Para la mayoría de nosotros, el viento incesante de la mente provoca ondas permanentes que distorsionan la quietud y trastornan la percepción de la intención divina. Esto solo nos lleva a la duda, al miedo y sus subsecuentes agobios.
No dudemos, el momento de inspiración autentica deja una huella profunda en la conciencia. Entre las olas de la confusión, esta huella permanece como un eco. Ande, ¡tírese al agua! entréguese y permita que el flujo divino lo lleve. Quizás se preguntará ¿cómo nadar? eso lo averiguará luego. Puede que ni tenga que hacerlo. La misma corriente lo llevará a donde deba estar. Lo único que necesita es entregarse y confiar plenamente en el plan Divino. Conforme fluyan las aguas a su alrededor, el alivio y el consuelo reemplazaran el miedo, será elevado y dominará las rocas. Y si se ahogara, entonces estaría sonriendo desde lo más profundo de su corazón, renaciendo de una realidad que nunca existió realmente.
La verdadera inspiración, no deja posibilidad de elección. El río nos llama, lo que sigue es saltar con alegría.